En tiempos donde el término Smart City por fin está ganando fuerza y es buscado por los innovadores de todo el mundo, hay algunas preguntas que surgen y que al parecer nadie puede responder de forma clara. Por ejemplo ¿qué se necesita para que una ciudad llegue a ser considerada inteligente?
Entre las cosas que más se podrían destacar para responder esa pregunta, está la obligación de poner al ciudadano al centro del modelo, y es que si bien las iniciativas tecnológicas son las que se roban el protagonismo en el proceso de transformación, el fin último siempre será beneficiar a las personas que viven en la ciudad que se espera sea inteligente.
Aún así, hay algunos otros puntos a tomar en consideración para transformar una ciudad en Smart City, y que no deben ser dejadas de lado al momento de comenzar a innovar.
Componentes básicos de una ciudad inteligente
Lo primero que se requiere para transformar una ciudad hacia una Smart City es una ciudad que esté dispuesta a mejorar su calidad de vida en base a los cambios tecnológicos.
Economist Intelligence Unit hace poco hizo una encuesta a más de 2 mil ciudadanos en 20 ciudades distintas de ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático). Los encuestados fueron consultados por los avances tecnológicos para la ciudad y la respuesta fue abrumadora: El 82% de los que respondieron (osea, 8 de cada 10 personas) creen que en su localidad deberían existir más iniciativas de Smart Cities. Si bien en el Sudeste Asiático están mucho más avanzados que nosotros en Latinoamérica, se pueden entender las ganas de innovación de las personas.
Lo siguiente que se puede hacer sería tratar de alinear las tecnologías actuales con las formas de mejorar la calidad de vida de la gente. Se pueden crear muchas cosas para la ciudad usando tecnología, pero si el grueso de la gente no se beneficia de eso, entonces simplemente no sirve para una Smart City.
En ese sentido, Tan Kok Yam, jefe de la Oficina del Programa de Nación Inteligente en la Oficina del Primer Ministro de Singapur (que vela por una idea aún mayor que una Smart City: una Smart Nation), trató de simplificar todo un discurso en tres puntos que definen a una ciudad como genuinamente inteligente:
Primero, ver a la ciudad como un usuario más de la tecnología digital, pasando a ser parte de los beneficiados por las mejoras. Así, por dar un ejemplo, un buen servicio de transporte inteligente, beneficia tanto a sus usuarios como a la ciudad misma, al reducir la contaminación vehicular. Al final, la urbe no solo es el medio para estas mejoras, si no que el último beneficiado de este proceso.
Segundo, ver a la ciudad como la conexión necesaria entre las innovaciones de las empresas y los habitantes. Datos abiertos para todos, facilidad de conectividad y espacio para la experimentación son algunas de las cosas que se esperan de este punto.
Tercero, considerar a la ciudad como la fuente primaria de soluciones para los problemas urbanos relevantes. Una urbe nunca es igual a otra, y cada una tiene sus propios problemas que deben ser jerarquizados antes de comenzar con el proyecto de Smart City, por lo mismo, el mejor punto de partida para una nueva innovación es precisamente la ciudad misma.
Dicho de otra manera, la gran estrella de las Smart Cities son las propias ciudades. Esto podrá sonar bastante obvio, pero es algo que muchos parecen olvidar al momento de comenzar sus proyectos de ciudades inteligentes, especialmente cuando los beneficiados terminan siendo unos pocos pobladores con más recursos.